martes, 9 de abril de 2013

¿HAY QUE SER UN CABRÓN PARA LLEGAR A DIRECTOR GENERAL?

Traspasamos al blog algunos de los artículos que publicamos en nuestro último número de Tiempos Modernos, la revita de nuestra sección sindical. En concreto publicamos una reseña sobre este libro, de sugerente título, pero donde podemos ver las limitaciones de toda esta corriente empresarial de los recursos humanos, que por decirlo al modo marxiano, no tiene otra función que ponerle flores a las cadenas del trabajo asalariado.
Es una reseña corta, dado que publicando cada número del TM, hemos aprendido que tan importante es el contenido como la adecuación al espacio físico, pero se rescata lo esencial: que la autoridad es incuestionable y que los sindicatos -de los que tan importante es su omisión a lo largo del libro como sus escasas alusiones directas- somos un cáncer a los que no hay que darles ni agua.

En el SOT-UGT estamos siempre atentos a las publicaciones empresariales, en un afán de mejorar nuestra actividad sindical, conociendo un poco más a los dueños de nuestro trabajo. Así, ha llegado a nuestras manos este libro, publicado en 2011, que se dedica a responder en poco más de doscientas páginas, a la pregunta sorprendente que le sirve de título.
El libro que nos ocupa está escrito por Antonio Agustín y Sofía Delclaux, dos profesionales del ámbito de la consultoría  que diseccionan la temática sobre la base de  entrevistas amenas a cinco grandes directores generales . Al contrario de lo que pudiera parecer por su título, no estamos delante de un libro especialmente crítico, al contrario, sus autores no buscan la contradicción y llegan a empalagar con tanto elogio a los entrevistados. Aunque a lo largo del libro, los ejecutivos van desgranando reflexiones de interés (”me di cuenta de lo importante que es valorar el trabajo de los demás, aunque lo hagan de una forma fácil y sencilla, no significando que sea fácil ni sencilla” Miquel Lladó, DG Bimbo), la conclusión es bastante predecible: es mejor un director no cabrón que uno cabrón. Los DG entrevistados definen al director cabrón como una persona deshonesta que trabaja para sí, que trabaja en el corto plazo engañando a la empresa y a los colaboradores; un director que no dura mucho en cada empresa y que traslada el estilo de mando cabrón (muy contagioso) al conjunto de la empresa. El DG no cabrón, por el contrario, es un ejecutivo honesto que respeta y valora a los que trabajan con él y es capaz de generar un entorno positivo. Para los entrevistados ser un director cabrón es una elección personal y sobre todo, difícil, pues lo fácil es ser un embaucador que no propone ni gestiona y traslada todos los marrones a la escala de mando; lo más fácil es ser un cabrón en un país como el nuestro, donde más del 80% de los directores generales son directores generales cabrones.
Es difícil no coincidir con las propuestas del libro, pero  echamos a faltar una valoración crítica del mismo concepto de empresa. El accionista parece infalible y la viabilidad de la empresa se reduce al humor del director de turno, como si la empresa no fuera el escenario de una confrontación de intereses donde suelen ganar unos y perder otros. Se rehuye de forma expresa el tema de los sindicatos, y la única mención a ellos es para expresar sin pudor que hay que ocultarles todo, curiosa consideración, que nos devuelve a la metáfora del agente cancerigeno.
Que cada cual saque sus conclusiones y valore el estilo de mando que padece o prefiere, pero un director no cabrón tampoco cuestiona la injusticia de la empresa como un buen dictador no legitima una dictadura, sólo lo convierte en un déspota ilustrado.
San Agustín, A.,-Delcloux, S., ¿Hay que ser un cabrón para llegar a Director General? Ed. Almuzara, Córdoba, 2011.

lunes, 1 de abril de 2013

UGT: ¿SE PUEDE PROFUNDIZAR LA DEMOCRACIA INTERNA?

Antonio Juste, secretario
general de la Unión comarcal
de Vigo, suspendido de
militancia.
Al principio del mes pasado escuchamos varias noticias sobre nuestro sindicato, que cuando menos, nos dejaron muy mal sabor de boca. Ambas las escuchamos la misma mañana, lo que propició un cierto desasosiego seguido de una necesaria reflexión sobre el nivel de democracia interna que atesoran los sindicatos confederales.
La primera noticia informaba sobre la suspensión cautelar de militancia de Antonio Juste, secretario general de la Unión Comarcal de Vigo, por unas críticas a la dirección de Galicia;  la segunda noticia recogía las declaraciones de Pepe Álvarez, nuestro secretario general, deshojando la margarita sobre su posible reelección en el congreso de abril.
Referente al caso gallego, el dirigente vigués había sido sancionado con la suspensión de militancia por el envío de una carta a la ejecutiva del sindicato en Galiza, donde criticaba los altos salarios de los dirigentes, así como la alta partida presupuestada para los gastos de representación de la comisión ejecutiva, mientras se rebajaban los sueldos a los trabajadores de estructura, o en su Unión comarcal no tenían ni para pagar el teléfono o la limpieza de los locales. Por lo visto, la decisión de la dirección sindical gallega -pendiente de la revisión del Comité de garantías confederal- venía marcada por la filtración de la carta a la prensa, obviamente atribuida al propio Juste.
Se hace difícil tomar partida por nadie en una situación como la descrita, donde seguro que desconocemos los matices y las razones de una medida disciplinaria tan dura; a nadie escapa el ERE de extinción que acaba de pasar la UGT de Galiza, así como la reorganización administrativa, eliminando Uniones para reducir costes, pero tampoco que el dirigente sancionado no va a poder tomar parte en los procesos congresuales que se están llevando a cabo este año. Desconocemos también, si la direcció de UGT en Galiza, tiene pruebas fehacientes de que haya sido el propio Juste el que haya filtrado la carta, pero aún en ese caso, lo que se puede considerar un acto de deslealtad en el plano moral, no significa un acto punible desde un punto de vista corporativo, y mucho menos desde el punto de vista de la democracia interna. Es precisamente esto, lo que, desde la distancia, parece quedar en entredicho: la humildad de los dirigentes para encajar las críticas y la falta de foros para articular el debate de los dirigidos.
La segunda noticia, sin duda, nos queda mucho más cerca, nos referimos a nuestro secretario general, Pepe Álvarez. En declaraciones a L´Hora L de la SER venía a decir que llevaba mucho tiempo en la secretaria general, que era hora de que le buscaran un relevo, cosas por el estilo, para acabar diciendo que en una situación excepcional como la que vivíamos, si se lo pedía el sindicato, él se sacrificaba y se volvía a presentar a la reelección. Yo descifré el sentido de sus declaraciones al momento, no así los periodistas que le entrevistaban, que daban por descontada la renuncia de Álvarez a la reelección, tuvo que ser el propio entrevistado el que, con un nuevo circunloquio un poco más directo, sacara a los entrevistadores de su error.
Obviamente, las declaraciones del secretario general fueron bastante decepcionantes. Empezar a hablar de que ya se lleva demasiado tiempo al mando del sindicato, de poner en negro sobre blanco la necesidad de relevos, de gente nueva, de gente joven, para luego presentarse así mismo como el hombre providencial que el sindicato necesita en una situación de emergencia, es cuando menos, eso, decepcionante. Pepe Álvarez lleva ya 23 años al frente de la UGT de Catalunya y llegará a los 27 cuando vuelva a ganar el congreso de abril. Son demasiados, incluso para él.
Siempre hemos defendido que lo importante son las ideas y las propuestas, no las personas que las sostienan o las llevan a cabo, pero una organización con los mismos líderes durante tres décadas no es una organización sana. Que estén las mismas personas, en este caso, es la garantía de que no va a haber grandes cambios y eso es precisamente lo que más necesitamos en estos momentos, nuevos líderes y nuevas ideas, para afrontar una situación sobre la que, si no se actúa, va a ser de verdadera emergencia.

En las diferentes asambleas en las que hemos participado, la limitación de mandatos ha sido un tema recurrente, pero nos tememos que ninguna enmienda en este sentido ha conseguido saltar a la ponencia entratégica del XIV congreso. Es una lástima, porque ésta parece la primera medida más adecuada para regenerar la democracia interna de una organización demasiado complaciente con su propia historia. Ahora que vemos la emergencia de otros movimientos sociales que nos superan por todos los lados, no podemos evitar mirar con envidia el éxito social y electoral de la CUP, con esas limitaciones de mandatos representativos de cuatro años, con esas rotaciones obligadas y nosotros con estos líderes sindicales vitalicios y viejunos: Álvarez, Lito, Cándido...