viernes, 5 de marzo de 2010

Genración NiNi. Ni Reforma de las pensiones NI Reforma laboral



Se suele citar en los medios de comunicación el famoso aforismo según el cual, una mentira repetida mil veces acaba convirtiéndose en verdad. Este pequeño axioma cobra una tremenda validez en el debate sobre la crisis, en el que se están repitiendo los mismos argumentos en medios de todo pelaje. No se oye otro discurso que la necesidad de abaratar el despido, la losa del déficit y la deuda pública, la quiebra irremediable de la seguridad social o la reducción de impuestos. Los expertos suplican en letanías recordando el rosario de la aurora
Pero no hemos visto novedad alguna al menos en treinta años. Los mismos que nos sitúan ahora en la tesitura del despido gratuito o el caos, son los mismos que llevan décadas pidiendo recortes de salarios y de gastos sociales para controlar la inflación y la competitividad; pontificando que la larga mano reguladora del estado sólo amputa esa otra mano invisible del mercado que sólo hace que generar riqueza a espuertas. Todos/as los trabajadores/as treintañeros/as formamos parte de esa generación que se ha dado en llamar los hijos de las reformas laborales, esas reformas que se han ido repitiendo cada 4/5 años y que nos han dejado más pobres y más indefensos ante el poder contractual del empleador. También se nos vuelve a decir ahora –aunque el discurso arranca al menos desde finales de los ochentas- que tendremos que jubilarnos más tarde para poder cobrar las pensiones y todo ello en una década (perdida) donde la masa salarial ha retrocedido hasta tres puntos frente a la remuneración del capital y la desigualdad social empieza a tener ribetes tercermundistas. Los mismos que dicen que el sistema público de pensiones está abocado a la ruina, son los que están agazapados esperando el negocio fabuloso de cien mil millones de euros anuales para moverlos en los mercados financieros; no son los mismos que los estudios de revistas médicas que dicen que una de cada tres personas en edad madura sufrirá un cáncer o de investigaciones fuera del ámbito bancario que inciden en la falta de consideración que el impacto de la productividad tiene el crecimiento del PIB a largo plazo. De las mismas universidades son los economistas y los empresarios abonados a la contratación en fraude de ley. Son los que quieren convertir la contratación indefinida en un mágico contrato de obra y servicio que devuelva al trabajador la antigua condición de jornalero.
Que no nos engañen, otra política económica es posible. La que encontrará la salida de la crisis reforzando las patas del estado del bienestar, recaudando allá donde se genera la riqueza, en los sectores emergentes, en las grandes fortunas y patrimonios y en el tremendo fraude fiscal. Pero no se trata ya de que otra política sea posible, sino de que es absolutamente necesaria; si continuamos por el camino de los recortes de los derechos laborales y de las inversiones públicas, las cosas acabarán ardiendo a toque de alba, efectivamente como en el rosario de la aurora.
(Este artículo aparece como colaboración firmada en la sección Tribuna Sindical del número de enero-febrero de Tiempos Modernos, la revista de la sección sindical que está lleganda ahora a todos/as los/as comapñeros/as de la fábrica).